Explorando tierras desconocidas [Libre]

Desperté aturdido. La cabeza me dolía y estaba completamente desorientado ¿dónde estaba? El agua fría del mar y la arena mojada estaba pegándose a mis pies y estaba en una completa y total desorientación. Una sola palabra estaba girando en mi mente: Tooya. Tooya ¿qué era Tooya? Probablemente mi nombre. No recordaba ninguna otra palabra que pudiera tener que ver conmigo más que esa que flotaba solita en los rincones de mi mente.

Miré el horizonte. Todo perfecto. El mar apetecía de una calma que no había visto antes y el claro color naranja del atardecer que se reflejaba en las olas y hacia que el agua tomara otro color hacían de la escena algo inmemorable. Pasé mi mano por mi sien, levantando mi flequillo y viendo nuevamente el paisaje frente a mí.

-Tooya- susurré pensativo en esa palabra. Era todo tan confuso que no estaba seguro de lo que iba a hacer. Aunque, tenía una idea: lo primero era alejarme del mar y secar un poco mi ropa ya que el viento fresco que comenzaba a correr hacia que un leve escalofrío corriera por mi piel.

Me levanté de la arena húmeda y otro suspiro volvió a escaparse de mis labios. Parecía que ya se me había tomado como un pasatiempo. Desde que me había despertado y encontrado con aquella escena no había hecho cosa que suspirar. ¿Sería que me estaba conociendo un poco?

Comencé a caminar. Sentí la arena meterse en el espacio entre mis dedos, confirmando que estaba descalzo. Nada bueno parecía salir el día de hoy y el no saber nada de lo que había hecho para estar allí y qué es lo que debería estar haciendo ahora, no era una buena señal tampoco.

Miraba hacia los lados, al frente, hacia atrás mientras caminaba ¿cómo había llegado a un lugar en lo que nada me era familiar? No tenia la más pálida idea de nada, pero… ¿qué es lo que debía hacer entonces?

Tooya.

Me detuve pensativo. Si no sabia qué hacer daba lo mismo que me quedará aquí o no. Daba lo mismo que muriera en ese momento o que siguiera con vida, si no recordaba a nadie que haya estado anteriormente a mi lado, si no sabia quién era ¿no era exactamente lo mismo que no ser? Pensativo, me quedé unos minutos allí, pero algunos gritos me sacaron de mí mismo y me hicieron que le prestara atención al mundo circundante.

-¿Qué es eso?- me pregunté a mi mismo dirigiéndome hacia unos arbustos y palmeras, de donde parecía, provenían aquellos gritos y ruidos ¿estaría bien que me acercara? Sólo si lo hacia iba a saber qué pasaba… y que me deparaba aquella situación…

Mucho no había pasado en mi vida desde que había llegado a éste mundo. Daba igual si era donde vivía o no, pues, sabiendo tan poco de mí, me resultaba indiferente todo lo que pasase a mi alrededor. Lo importante, era averiguar quien era. Por qué no recordaba nada de mí. Qué me había pasado para perder la memoria. Quién era yo. Muchas preguntas eran las que tenía que hacer, pero no había una forma de conseguir una respuesta a ellas. O tal vez sí. Cada persona que podía cruzarse en mi camino, sería alguien que quizás, me conocía, me había visto o podría saber algo de mí. Esperanzado con esa idea, intentaba buscar a alguien que pudiera serme de ayuda. Pero aquella playa era más soltaría que el desierto en plena temporada de calor.

Quizás, quien estuviera allí, podría ayudarme. Por eso, me acerqué hasta allí. Con sigilo esperando no asustar a lo que se estuviera escondiendo allí, fuera un hombre o algún animal salvaje. Tenia que tener cuidado. A pasos lentos y sigilosos, como cuando sigues a alguien y procuras que no se dé cuenta de lo que haces, me movía, posando las manos suavemente sobre los arbustos y moviéndolos para poder encontrarme con eso que estaba ansiando ver… pero la imagen fue diferente de lo que esperaba.

Me sorprendí al ver a la joven tirada en el suelo y aquellas bestias a su lado, tirando de sus ropas. Lo primero que hice, fue saltar sobre aquellas plantas y correrlas a un lado para que dejasen a la joven en paz. Luego, levanté un poco su torso con mi brazo derecho y tomé su pulso. Eran cosas que aparentemente, sí recordaba que debía hacer, lo que me extrañó pero por ese instante, le estaba prestando poco atención a ello. Estaba con vida aun, pero se la veía pálida, caída ¿Qué le había pasado? ¿La habían atacado?

-Oye ¿me escuchas?- pregunté dándole unas palmaditas en el rostro para que así, se despertara, pero parecía no dar mucho resultado por ahora -¿Alguien te atacó?- pregunté esperando que la chica diera una señal de vida. Si no, debería ver qué podía hacer para ayudarla a reponerse.

Parecía estar bien, pero aun no reaccionaba y eso, me estaba preocupando. Le dí unas palamditas en la mejillas, bucando que con eso despertase y cuando porfin abrió los ojos, me sentí un poco más tranquilo. Al menos, ya estaba consciente aquella joven de cabellera platinada.

-¿Dónde estás?- me quedé pensando en ello, pues, ni yo sabía dónde estaba -estás en una playa, pero te mentiría si te dijera donde queda- contesté una vez que miré a mi alrededor y vi que aquellos animales que estaban con ella, se escondían de un momento a otro ¿serían sus acompañantes?

-¿Qué te sucedió?- le pregunté aún sirviéndole de apoyo hasta que se sintiera mejor -¿Puedes pararte? Mi casa no está lejos- le ofrecí que fueramos hasta allí ypodría descansar y recuperarse un poco hasta que supiera un poco más de ella y ver sihabía alguna forma de ayudarla un poco más.

Al ver que ella ya se encontraba bien, tuve que dejarla, supuse que se sentiría incomoda con tanta cercanía de un desconocido. Además, tenia sus propios problemas con aquellos dos dragoncitos que la acompañaban.

-¿Son tuyos?- pregunté mirándolos de reojo y luego, escuchó su relato para haber llegado hasta allí. No podía decir lo mismo de mi llegada –yo tampoco tengo mucha idea de cómo llegué hasta las playa. Aunque, no es tan malo…- susurré esto último, poniéndome de pie y extendiéndole mi mano a la joven para que hiciera lo mismo.

-Vamos, te mostraré donde queda la casa- dice esperando que ella se levantara y me siguiera. No estábamos lejos así que podríamos seguir caminando un poco. Sólo esperaba que no le hiciera mal a ella eso –soy Tooya… o eso creo ¿tú eres?- pregunté esperando oír el nombre de la joven.

Mucho no podía decir acerca de mi. Estaba más perdido que aquella muchacha que acababa de encontrar, así que dar respuestas estaba fuera de lo posible para mí.

-Sí, no estoy seguro de que sea mi nombre. Cuando desperté, estaba en la orilla y sólo esa palabra pasaba por mi mente: Tooya. Supongo que debe ser mi nombre- dije respondiéndole a su pregunta. No podía decir más que eso y ni si quiera, asegurar cuál era mi nombre. Había caído al borde de lo patético ahora.

-¿No tienen nombre? ¿Los acabas de encontrar o aún no se te ocurre?- pregunté mirando a los animalitos que habian decidido seguir a la chica contra viento y marea. Había pensado en un principio, que venían con ella, pero, ahora, comenzaba a no darme tanto crédito por ello.

-Allá está mi casa- señalé una pequeña cabaña alejada de la orilla, en una subida, prácticamente, Supongo que el que la había habitado antes habia considerado que la subida de la marea podría estropear lo que habia allí. Abrí la puerta y la mantuve abierta para que ella pasase y se pusiese cómoda en la sala de estar, que era lo primero que se veía. Una pequeña salita, con un par de sofás y una mesita ratona en la que habian quedado un vaso a medio llenar y una jarra de agua -puedes quedarte aquí o pasar a la habitación y recostarte si aun no te sientes bien- le señalé un pequeño pasillo a su izquierda por si quería ir a descansar un poco más.

-Lo sé, por eso espero conocer un poco más de mí. Quizás, encuentre a alguien que me conozca- comenté. Ésa era mi única esperanza hasta ahora porque mi memoria no se veía muy dispuesta a ayudarme a averiguar algo más de mí. Por el momento, sabía que sólo podía esperar.

-¿Fue su culpa?- comenté sorprendido ¿cómo esas dos criaturas podrían ser causantes de, quizás, un viaje entre dimensiones? Debía estar ante la presencia de unos dragones muy especiales si resultaba ser de ésa forma. Sonreí levemente mirándolos. Quizás no fuera tan malo para ella después de todo, que la siguieran.

-Es bueno oírlo- dije con una leve sonrisa en mis labios cuando dijo que se sentía mejor -siéntate donde gustes- le ofrecí y miré a los dragones -y ustedes no toquen nada en lo que regreso- dije yendo a la cocina a buscar algo de beber para ofrecerle a la chica de nombre Sumireko y algo de comer, también. Seguramente el viaje la debía haber dejado cansada y estando débil, algo de comida, pensé, le caería bien. Pero, no tenía mucho qué ofrecerle, así que tomé lo poco que había en la casa y lo llevé hasta la sala, dejando todo en una mesita ratona en medios de los sofas.

-No es mucho, pero espero te guste- dije acomodando una jarra de jugo y un par de copas sobre la mesa y una cesta con frutas y carne seca y salada. Era bastante bueno contar con todo eso estando tan alejado de las personas, pero no estaba seguro de que la joven fuera de comer ese tipo de frutas tropicales o la carne.

Aún estaba confuso por todo lo que me había sucedido en los últimos días y después de todo esto, era la primera vez que podía conversar con alguien después de haber despertado a la orilla de la playa. Era extraño todo esto, el sentimiento de no saber quién eres y si perteneces o no a un lugar. La duda de no saber si eres o no.

-No es molestia para mí hacer esto- dije sentándome frente a ella, observando a los dragones que la acompañaban -sirvete lo que quieras- dije tomando un poco de jugo, se me habia secado la boca muy de repente, por lo me vino bien en ese momento. Sería lo que había estado acostumbrado a estar en silencio todos estos días. No lo sé.

-¿Y ahora que harás? pregunté pensando si la joven había pensado en algo qué hacer a partir de ese momento. Quizás tenía más idea para manejar su vida que yo, aunque estuviésemos en situaciones diferentes, ella tenía una ventaja: conocía su identidad.

La observaba detenidamente al ver cómo tratabas a las criaturas que la habían seguido desde aquel sitio en la que la había encontrado. Me sorprendió ver lo amables que eran aquellos dragones al tomar y también, al comer. Se notaba que eran apenas unas crías de poco tiempo.

Ensimismado en eso, prácticamente, no la escuchaba a ella, hasta que dijo mi nombre y volví en mí mismo.

-¿Eh? ¿Qué haré?- me tomé unos momentos para responder. Hasta ahora, no lo había pensado -no lo sé. Hasta ahora, no he pensado qué hacer con mi vida y averiguar si es que antes tenía una vida, pero... no he pensado en los métodos para ello comenté entrelazando mis manos y dejándolas caer a un lado de mis piernas semi abiertas mientras estaba sentado, un poco encorbado hacia adelante.

-Si te soy sincero, hasta ahora, no he pensado en irme de aquí, pero supongo que debería ser momento de hacerlo- miré hacia la muchacha.

Nuevamente me quedé en silencio.

-Quizás, podría acompañarte hasta cruzar la playa le ofrecí -Tú necesitas volver a tu mundo y yo, saber quién soy, podríamos sernos útil el uno al otro hasta que nos separemos

No era lo mejor que podría ofrecer pero por ahora, era lo único que podría ofrecer.

Sin saber a ciencia cierta qué hacer, me jugué por ayudar a la joven y que de alguna forma, resultase beneficioso para mí todo esto. Tenía que marcharme y empezar la búsqueda de mi memoria cuánto antes para sentirme menos perdido e inútil de ésa manera. Algo debía hacer por mi vida y el viaje parecía la forma más rápida de poder hacerlo.

Esbocé una sonrisa cuando la muchacha asintió. Sumireko era bastante amable y bondadosa para aceptar la invitación de un tipo que apenas conocía. Debía dar gracias a ésa confianza que había sentido hacia mí o la situación sería completamente diferente ahora y quizás, estaríamos en medio de una batalla o solo en la casa de nuevo.

-Mi intención es empezar mi búsqueda cuanto antes. Más, la noche va a caer dentro de poco así que sería preferible salir al amanecer- comenté -además, tú debes descansar un poco más antes de que partamos ¿no?- pregunté. La había encontrado en un estado delicado y no quería que volviese a recaer por mi imprudencia.