Considerando cierta desdicha →Joseline←

Gracias a las órdenes de los superiores de Tomoe. Fue rumbo al Puerto para anunciar el nuevo sistema de comercialización para aquellos que trabajan en los barcos y también los castigos, en caso de, no ser cumplidas las nuevas y modificadas leyes, para una mejor administración de impuestos que cobraba el Emperador y el porcentaje de venta para los trabajadores.

Lo único positivo de todo esto es que voy conociendo los dominios del Emperador. Azur estaba con su amo, como siempre, en uno de sus hombros, éste pájaro azul se mostraba tranquilo y silencioso. Una vez el Vocero haya dicho todo, explicando a la multitud, su trabajo había culminado. Podría apresurarse y mandar el informe de como reaccionaron los comerciantes y su opinión al nuevo sistema, pero no era tomado en cuenta por que, al fin y al cabo, al Emperador poco le daba prioridad sus comentarios. Tal ves el Consejero Real, pero quien sabe.

Estuvo paseando el zorro las orillas del mar, sin alejarse mucho del Puerto, observando el agua. No puedo tocarla, podría... Los recuerdos de cierto ser yökai que logró quitarle el ojo derecho, juró matarlo. Todo por salvarla. Se expresó en Tomoe un gesto triste en su rostro. El sol no estaba fuerte, y la brisa del mar era muy refrescante, los cabellos albinos se movían, así como el plumaje de Azur, pero su reflejo no cambió. Seguía recordando su injusto pasado.

Me sentaba mal la huida. Hacia como un mes que vagaba sin rumbo y todavía no tenía un sitio a donde ir. Había encontrado un par de veces a algunos conocidos así que lo mejor sería llegar a puerto y marcharme. Desgraciadamente para mí, el ser sirena no me ayudó ésta vez ya que cuando me hundí en el agua fría y comencé a nadar, caí en medio de una red de pescadores que intentaron venderme en el mercado negro a un precio alto por ser una sirena. Tontos. Estaba cerca del agua lo que me facilitó poder usar mis poderes y escapar sin embargo, eso me dejó bastante visible para todos y hasta escuchaba rumores sobre la sirena que merodeaba por ahí de vez en cuando mientras seguía en mi afán de cruzar el mar. Si no podía ir por debajo del agua, tendría que ir por arriba de ella. Y eso no era fácil, no considerando que era una muchacha sin un centavo encima y que encima, era buscada por unos comerciantes.

Pero, había visto la oportunidad de inmiscuirme en la tripulación. Como marinera tenía los días contados, pero como parte de su mercancía, sería otra cosa, por lo que intenté meterme entre las cajas de madera que había por allí. Estaba a punto de entrar en su interior cuando sentí que la voz de alguien me regañaba y no me quedaba de otra alternativa que echarme a correr pues, el hombre parecía bastante enfadado y se venía tras de mí por esa razón.

Iba lo más rápido que mis piernas me daban levantando un poco mi falda para correr con más rapidez. Pero, claro, iba tan concentrada corriendo que apenas si vi que me había llevado a alguien por delante... hasta que me vi en el suelo por culpa de él sabiendo que mi captor no estaba lejos mío.

Cuando cierta mujer estaba aproximandose junto a él, muy tarde se dió cuenta por el hecho de no poder esquivarla, la miro fijamente asombrado. Instintivamente utlizó el poder de su abanico, moviendola ligeramente, generando una ráfaga de viento que lo rodeaba protegiendolo de no caer por causa del choque. Probablemente la mujer piense que colisió contra mí pero realmente fue contra la fina capa de viento. Esta ciega o que?. La observó de malhumor. Al final cayó al suelo, pero no muy lejos un hombre gritaba

-Deténgala!- dijo agitado y algo agotado. Levanto la vista al verlo, pero tomo la mirada de siempre, fría y sin demostrar emoción alguna. Sólo para amargar la situación crítica de la peliazul. Por castigo de haberlo interrumpido de ésa forma. Estimuló una vez más su abanico, creando un torbenillo de viento alto y de poco anchor, teniendo la figura de una espada, que sujetaba, clavando así por el suelo arenoso, el extremo de su falda. Probablemente si se eleva bruscamente, su falda se romperá quedando más corta de lo que está.

-¿Por qué debería dejarte escapar para que ése hombre no te atrape?- le interrogo sin necesidad de verla a los ojos. Espero que tu respuesta me convenza. La joven huele a pez. ¿Una sirena?. Los tripulantes de ése barco están buscando algo. Logró escuchar sus pisadas y comentarios. Una sirena vale mucho, más como esclava. Ganaría más en venderla. ¿Qué haré?, quedó pensativo sin bajar la guardia, ante la posible y predecible acción de la joven. Azur inclina su cabeza y examina a la muchacha, sus ojos delataban curiosidad.

Era justo lo que me faltaba ¡Caerme! apenas abrí los ojos después del golpe que me dí contra el suelo, intenté ponerme de pie pero mi vista se centró en la espada que se había clavado en la falda impidiéndome moverme. ¡Era todo! Por esas razones tenía que irme de aquel lugar y por algunas otras más.

-¿Y Por qué? Tú no tienes nada qué ver en esto así que debería darte igual si escapo o no- le contesté sentándome en el suelo y tomando el largo de mi falda entre mis manos y arrancándola de un tirón para levantarme -¡listo!- dije con una sonrisa poniéndome de pie para ir hasta el agua. Mi falda ya me llegaba unos centímetros arriba del muslo pero eso no importaba, eso no contaba en lo absoluto si podía escapar de ésa forma.Si había un lugar al que podría escapar con más facilidad serían mis dominios: el mar. Como siempre, me quedaba arreglármelas sola pero, allí, con el agua a mi alrededor sería mucho más fácil hacer desaparecer de mi camino a aquel hombre y si el kitsune se metía, sería lo mismo para el.

Como era de esperarse. Una reacción 100% probable. Los demás comerciantes zarparon rumbo al mar, un negocio muy grande se iba a realizar; por lo tanto, todos los barcos fueron usados. Tomoe observó si había alguna criatura fuera, capaz de verlos, pero los dos centinelas se hospedaron en sus cabañas. Los planes cambiaron.

-Azur, sujeta al hombre, que muera- mencionó mientras la mujer caminaba rumbo al mar, hundiéndose cada vez más. El humano se quedó quieto, pasmado. Mucho mejor, sonrió el kitsune. El pájaro azul volo altamente para transformarse en su forma real. Tomo al joven en sus garras y lo apretó fuertemente, ahogandolo y rompiendo sus huesos.

El zorro volteo su mirada contemplando a la mujer.

-Ey!. ¿Podría conocer al Dirigente o Rey del mar?- comentó. Tocaré el agua, ese recuerdo fue hace mucho tiempo. La dama tal ves, sea grotesca y poco amable. Pero no di una buena impresión, actué sin pensarlo mejor. Las olas del mar eran grandes y arrastraban con fuerza. Es una sirena y no se como es ahora el reino en el mar, me da curiosidad. ¿Habrá algun Rey o Reina? o ¿Un Emperador también?. Cuántas preguntas por responder. Se dió la vuelta poniendose de frente, el agua de mar estaba muy cerca de tocar sus pies, pues se aproximó lo suficiente. Estaba decidido a entrar.

Azur estaba estático volando, expectante de la próxima orden de su amo. Una mascota muy obediente, leal.

Me tocaban estas cosas y no sabía cómo actuar con certeza. El único sostén que tenía era yo y había bastante personas con las que luchar ahora. Sí, el agua sería mi salvación y casi, hundiéndome en ella y dejando atrás mi lado humano y pudiendo manejarme de mejor forma en el agua. Sabía que con sólo un par de olas que generase podría alejar a aquel hombre de mi y salir airosa de mi escape, pero vi que alguien se metió en mis planes.

-¿Pero qué...?- dije quedándome viendo como el ave antes pequeña, había cambiado su tamaño y había acabado con el hombre con facilidad dejándome sola con el kitsune frívolo que antes me había detenido.

Me quedé como tonta con medio cuerpo sobre la superficie aún manteniendome a flote agitando mi cola en el agua todavía, sin saber qué hacer ¿antes me retenía y ahora me ayudaba? ¿Qué es lo que pretendía con todo esto? me había dejado sin palabras y al ver que se acercaba, instintivamente, me hice hacia atrás a pesar de que nos separaba aún una distancia y la profundidad del agua, que era mi terreno, donde le podría sacar ventaja -¿El Rey del Mar? ¿y por qué debería hacerlo?- pregunté sin entender del todo su razonamiento, pues, escapaba de mi lógica lo que él hacía y acababa de hacer.

La sirena quedó desconcertada. Será mejor aclarar lo que hise? o ¿que tome la idiota idea de un carácter cambiante en mí?. ¿Qué tanto me subestimará?. Desapareció gracias a su magia, apareciendo frente a la mujer a una distancia considerable. Tampoco quiero asustarla. Lo primero que hará es atacarme.

-Disculpa- habla formalmente haciendo reverencia agachando la cabeza

-Me descontrolé y reaccioné rudamente- afirmó. Se pone en forma para observarla a los ojos seriamente. Sin transmitir ningún deseo de odio, alegría, simplemente una mirada neutra. Las olas se levantaban con fuerza, pero no lograban retroceder al kitsune. El mar y sus fuerzas, es cierto, estoy en suma desventaja. ¿Imaginas acaso que soy débil?. Descubrirás cuantas sorpresas te daré éste día, pero primero lo primero. Anhelo una respuesta a mi pregunta.

-Podría decirme, si en verdad, existe un gobernante bajo el mar, o ninguno lo gobierna?- mencionó secamente. Los seres marinos estan llenos de trucos, será divertido ponerme a prueba.

Tenía que seguir actuando a la defensiva ¿O debería actuar normal? Con aquel hombre, no sabía qué hacer realmente y me entraba la duda. Suspirando, me quedé mirándolo todavía, incrédula y desconfiada de que pudiera actuar así como así. Primero, me quería entregar así como asý ahora, se las daba de bueno como si nada hubiese pasado. No me tragaba ésa actitud de niño bueno así como así.

-Está bien- respondí al final serenándome un poco al verlo y me mantuve con los brazos a los lados, queriendo entrar en confianza con aquel extraño moviendo mi cola debajo del agua para mantenerme a flote.

-Para tu mala suerte, desconozco el océano como una sirena. Viví mi vida aquí arriba así que no sé mucho más sobre mi historia en el océano ¿Por qué quieres saber?- pregunté intrigada por ésta razón, esperando conocer la razón de la curiosidad del kitsune tan de golpe por el reino del mar.

Las olas del mar seguían con su ímpetu, el viento desafiante. El terciopelo del joven a ritmo de la brisa. La ropa holgada, floja e impotente al compás del agua.
El más fuerte gana, esa ley no cambio ni en el mundo humano, menos de donde originalmente provengo. Dark Souls, un mundo paralelo, distinto, desconcertante, saturada de sorpresas y peligros. Sino fuera fuerte mi deseo de voluntad, sería un ser dócil. El ser sumiso solo trae desilusiones y grandes conflictos.
Estoy en un enredo. Por qué intento saber de ese Rey?. La última vez lo vencí. Podré esta vez?.

-Tsk- murmuró disconforme, moviendo su rostro a un lado luciendo su perfil derecho ante la observadora. ¿Mala suerte?, diría pésima ventura.

-Creí que habría algún Rey o fuera el mismo Emperador- habló fríamente. Sin verla a los ojos.
Entonces retornó la mirada en ella.

-No crees que también me debes una disculpa?- dijo al levantar una ceja el kitsune. ¿O tan rápido te olvidas?

Escondiendo la mano derecha detrás del kitsune, hizo cierta seña y aproximándose el enorme pájaro, lo observó. Un par de movimientos de los dedos del demonio, transmitiendo un mensaje. Azur lo entendió a la perfección y elevó vuelo apretando el puño de sus garras. Nadie imaginaría que un cuerpo destrozado era el que cabía dentro de esas peligrosas garras. Así desapareció de vista para ambos.
El Vocero no demostró temor y mantuvo una serenidad en todo momento, inclusive mientras ordenó a Azur con gestos de una mano. Relajó la mano que había escondido logrando su objetivo.