Una velada con... ¿un científico loco? (priv. Lloyd Weiss)

Un nuevo método. Eso necesitaba. Una forma más rápida y efectiva de sacarle provecho a la nigromancia como la ciencia poderosa que era. Para eso, el doctor Weiss había tomado la precaución de conseguir un objeto de estudio, saqueando la tumba de quien sabe qué pobre hombre y llevando su cadáver hasta su laboratorio, el cuál, si no era explícitamente necesario, nadie osaba visitar, salvo una ancianita muy amable que solía llevarle las provisiones del mes para que él no tuviera que andar en el mercado perdiendo valioso tiempo de investigación.

Ahora, para llevar sus experimentos a su máxima expresión, había conseguido ciertas sustancias qué, según un libro que había encontrado sobre prácticas oscuras, haría más potente y mucho más duraderos a los muertos que él se encargaba de revivir. El simple hecho de poder dar vida a algo por medio de sus propias manos, era algo demasiado tentador para que Lloyd no quisiese probarlo, más ahora, que había conseguido hacerlo un par de veces anteriormente pero le consumía tanto tiempo que era preferible no hacerlo seguido. Pero, si esto funcionaba, las cosas podrían resultar mejor para él. Quien sabe lo que podría hacer una vez que tuviese a sus creaciones caminando por los pasillos.

La semana se había consumido en prueba tras prueba, pero no lograba dar con la cantidad exacta para evitar la descomposición del cuerpo y la cantidad de sangre que debía verter. Hasta ahora, todo iba bien. Tomó un bisturí que había sobre la mesa y dejó que la sangre de su herida cayera sobre el cuerpo, recitando las palabras del libro tal como había leído anteriormente. iba saliendo bien hasta el momento, pero, fue culpa del cadáver que comenzaba a vivir que levantó una de sus manos y empujó al doctor contra la mesada con químicos que había detrás de él, produciendo que varios de ellos se derramasen y entrasen en contacto el uno con el otro. Pero, lo peor de ello no fueron los químicos derramados, sino que entre ellos, había peróxido de acetona, un sólido cristalino sumamente sensible y propenso a explotar con el choque o la fricción, cosa que pasó en este momento, provocando un fuerte explosión y llenando la habitación de un gas que hacia difícil que se respire allí.

El científico, incorporándose después de la caída por cubrirse de la explosión y los vidrios que volaron cerca de él, se levantó tosiendoy tanteando la puerta, saliendo hacia afuera, cuando sintió un grito fuera de su casa, seguramente, en la entrada. Lo primero que pensó el doctor fue en aquella anciana que iba a verlo y creía que si la hacia asustar de nuevo, no iba a volver a hacerle el favor de hacer las compras por él, por lo que, apretando su mano lastimada e intentando alejarse de aquella nube de humo de gas tóxico, se dirigió hacia la puerta, abriéndola y ventilando su casa de esa forma y tras dispersar un poco la nube de humo con sus manos, vio a un joven en el suelo. Precisamente no era a quién él esperaba en ese momento.

-¿Tú quién eres?- preguntó el hombre algo desarreglado y con algunos rastros de su sangre y manchas sobre su rostro a causa del incidente (y la cortada que se había hecho a propósito) mirando a la muchacha en el suelo, quizás por el susto, por la explosión o por verlo a él salir tan apresuradamente. Quien sabe, lo importante es que debía averiguar quien era esa joven y que quería para llegar a su hogar.

Lo último que le faltaba al científico era encontrarse con una desconocida. En un principio, pensó que era la mujer que siempre lo visitaba, pues nadie más osaba entrar a su casa y a veces, ni si quiera a rodearla. Muchas cosas se hablaban de aquel lugar pero nadie se atrevía a entrar y comprobar qué tan cierto eran los rumores o qué tan loco estaba el hombre que lo habitaba. Simplemente, se dejaban llevar por habladurías y así, la fama del hombre que no salía de su casa por estar ensimismado en sus cosas, daba para muchas historias y miedos también. Las personas le temen a lo que no conocen, la ventaja que tenía él es que le daba curiosidad.

-Gloria, Gloria- dijo acomodándose los anteojos cuando sintió que apretaban la herida de su mano haciendo que un ligero gruñido escapase de su boca –ah, no. No tan fuerte- se quejó sintiendo la profundidad de la herida que se había hecho. No había calculado eso cuando dejó la navaja del su arma pasase por su piel –yo voy a estar bien- se quejó quitando su mano y sacudiéndola levemente para que aquella punzada que había sentido en su mano disminuyera. No le iba a pasar nada porque se dejase la herida un rato así –además, debo seguir con mis investigaciones- agregó mirando la herida de su mano pero aun así, esperaría un rato para volver a su laboratorio, pues era consciente de que la zona debía ventilar.

Aunque, por un segundo, se había olvidado de la extraña y su misión, por lo que volvió a posar la vista en la joven confundido y con curiosidad.

-¿Para qué dices que has venido?- preguntó acomodando su bata blanca.

Entre todo lo que había pasado, Lloyd estaba con ansias de volver a su trabajo o de poder cortar un poco aquella rara sensación que tenia con la desconocida. Su falta de habilidades sociales eran todo un problema cuando iba gente que él no trataba a menudo a hacer trabajos de otros, pero no le quedaba más remedio que aceptarlo.

-¿Ah, sí? Está bien, puedes dejarlo en la cocina, ya me ocuparé de arreglar todo yo- comentó el científico dirigiéndose hacia el laboratorio y entrando en él, pero, a los pocos segundos, salió tosiendo y corriendo de nuevo hasta quedar semi-apoyado en la pared por volver a inhalar aquellos productos químicos. Tosió un poco y, notando la presencia de la rubia de nuevo, se enderezó y aclaró su garganta, olvidando aquella escena que acababa de suceder y queriendo aparentar nuevamente la profesionalidad con la que la había atendido al principio, pero como que el encanto ya se había perdido.

-¿Emm? ¿Sakura, no? Puedes llamarme Lloyd. Te mostraré donde está la cocina- dijo sacando un pañuelo del bolsillo de su bata blanca y envolviendo su mano con ella, para luego, tomar aquella cesta con las cosas que la había mandado la mujer y llevando a la chica por un pasillo con alfombrado rojo surcando un gran umbral para llevarlos a la cocina, que era más grande de lo que él lo necesitaba. Demasiado, pues, apenas si pasaba a cocinar y comer bien por vivir ensimismado en sus trabajos. Podría decirse que Lloyd se las arreglaba con lo que encontraba a su paso y no le importaba mucho prepararlo bien y todo eso.

Se acomodó los anteojos al dejar los víveres sobre la mesa y miró a su alrededor sin saber qué decir. Esto de los invitados no era lo suyo.

-Ah, sí, el dinero- dijo volteando a buscar en una gaveta, debajo del tarro de las galletas, algo de dinero que escondía allí, generalmente, sólo aquello que dejaba para Gloria cuando iba a dejarle la comida –el dinero. Con eso alcanzará. Puedes quedarte con el cambio- le dijo él cuando sintió un trueno y ésta vez, estaba seguro que no venía de su laboratorio. Más, cuando miró por la ventana de la cocina se dio con aquel cielo tormentoso que no tardaría en desatar el vendaval –vaya, va a haber tormenta- dijo sorprendido de su descubrimiento, pues, estando tan metido en sus investigaciones y en su laboratorio no había sentido la inminente tormenta que estaba a minutos de comenzar.

No iba a decirlo. A menos, ahora que intentaba recobrar la compostura por lo sucedido anteriormente, lo menos que podía decir es que se encontraba mal a la rubia. Alisando la bata, hizo como si nada pasase.

-Sí, estoy bien-dijo pasando a guiarla hasta la cocina con el fin de que se olvidara aquel incidente lo más pronto posible, o por lo menos, ella ya lo había pasado por alto. Al escuchar aquellas palabras, giró su cabeza mirando de soslayo a la joven sin dejar de caminar. Se quedó un momento pensativo –sinceramente, trabajo mucho como para sentirme solo- fue su respuesta. Rápida, precisa y concisa. No necesitaba semejante casa para él, pero la había conseguido por buen precio y se había ahorrado la molestia de los vecinos por lo que menos le importó fue el tamaño de la casa para él solo.

Estaban en la cocina ya, mirando por la ventana y asomándose a reconocer un pocoel mundo exterior, se dio cuenta del cambio tan brusco de clima que se había producido en las afueras de su mansión, más no tardó en darse cuenta que la vegetación no era la única afectada por tal caso sino que también su compañera temporal, tomándolo de su bata al sentir el trueno. El científico se sobresaltó al tenerla a ella tan cerca volteando a verla temerosa y un poco afectada por el sonido del trueno, pero mucho peor se vio cuando se dio cuenta de lo que acababa de hacer.

Lloyd suspiró y aceptó sus disculpas como si nada hubiese sucedido.

-Está bien- y se acercó a ella y apoyó su mano en la cabeza de la rubia mirando por la ventana y acercándose a cerrarla para que no volviese a ver hacia el exterior y se asustase más aún por los truenos y el paisaje oscuro –puedes quedarte un rato hasta que la tormenta aminore. Con esas reacciones no llegaras en una pieza hasta la posada de nuevo- comentó poniendo en la pava, agua a calentar para hacer un té. Veía que esto tenía para un rato todavía.

Silencio. Era lo que mejor se le daba al científico de cabellos azules: guardar silencio. Sus investigaciones lo dejaban absorto de la realidad y no caía en cuenta de las cosas si no fuese porque llegaba alguien a interrumpirlo en ocasiones que lo hacían darse cuenta de que estaba en el planeta tierra y que debía (o al menos, parecer) que era una persona normal. Pero las apariencias era lo que menos le importaba y aunque su idea era estar entre los humanos y pasar como uno de ellos mientras investiga la maravillosa ciencia, sus objetivos se iban por la coladera con su actitud ermitaña.

-Sí, tampoco es que seas una molestia- comentó acomodándose los lentes mientras observaba a la rubia mientras pensaba que de igual manera iba a tener que hacer tiempo mientras esperaba que el laboratorio se ventilase para poder volver a trabajar. Por suerte, la casa era grande y tenía una buena ventilación, además, con la tormenta y el viento que corría, no iba a tardar mucho. Aunque no tenía idea de cuánto iba a demorarse su visita.

-¿Preparar algo? ¿Cómo qué?- preguntó observando a la muchacha y viendo su mano al recibir su ofrecimiento de curarlo ahora que no tenía más que hacer que esperar a que la tormenta mermase para poder retirarse de su casa –Volveré a lastimarme la mano así que no tendría sentido- comentó él quitando el pañuelo viendo que ya no sangraba y tirándolo al bote de basura pues, ya no iba a lavarlo para quitarle la sangre. En otro momento, iba a comprar uno nuevo.

El hecho de estar socializando con alguien por tanto tiempo era algo que, para el científico, era completamente nuevo. Una relación de un “buenos días, ¿Cómo está? Y Adiós” era lo que lo caracterizaba y no teniendo muchas salidas al mundo exterior ni le importaba esforzarse por perfeccionar sus habilidades sociales. Le bastaba simplemente con conseguir lo que él necesitaba para poder vivir sin problemas.

-¿Platillo?- preguntó el hombre de cabellos azules acomodando sus anteojos sobre el tabique de su nariz, costumbre que tomaba por constante cuando se sentía algo incomodo con la situación o bien, cuando no tenía idea de qué decir o hacer –puedes cocinar lo que quieras- comentó él sumamente desinteresado –no soy pretensioso a la hora de comer- comentó él comenzando a ordenar un poco la cocina junto con las cosas que había traído la rubia. No era algo que hiciera en presencia de alguien y mucho menos, por esas horas cuando todavía, estaba metido en su laboratorio, pero, no le quedaba más remedio.

-Busco perfeccionar mi técnica sobre la nigromancia. Pero aún no he avanzado mucho- comentó acabando de doblar una bolsa de papel y guardándola en un cajón. Al poco que acababa de decir eso, sintió un ruido raro y pensó en que podría provenir de su laboratorio. No sería raro quizás, había dejado alguna reacción a medio proceso ¿Quizás?

-Sí, lo oí- dijo manteniendo a un lado todo lo que iba a hacer –iré a revisar- le comentó a la muchacha saliendo de la habitación para ir al único lugar de la casa que solía frecuentar: su laboratorio.

El científico se tardó un rato. Había ido a revisar su laboratorio aunque ésta vez, había sido un poco más precavido y había entrado tapándose la nariz para que el olor de los químicos no llegase a molestarle como anteriormente le había sucedido. Las luces bajas de la lámpara que colgaba de la pared ayudaba a que viese que todo seguía exactamente como lo había dejado: hecho un desastre.

Revisando unos minutos el lugar, se dio cuenta de que el ruido no provenía de allí, más cuando volvió a sentirlo junto con un nuevo trueno que azotó la noche. Pensó en la muchacha que debía esta asustada debido a estas cosas, pero era prioridad saber de dónde provenían los ruidos y qué era lo que los estaba produciendo. O más bien dicho, quién. El científico era poco sociable pero quién decía que no había entrado alguien de colado a su mansión para pasar la tormenta. Si resultaba de ésa forma, lo iba a descubrir como fuese.

Salió de la habitación y se dirigió a otras de las alas de la mansión. Caminando hacia el ala este, buscó nuevos indicios de un inquilino no deseado. Llegando a la tercera habitación del pasillo, recordó que había dejado a la muchacha de nombre Sakura sola en la cocina. Pensó que lo mejor sería volver con ella y asegurarse de que estuviese bien antes de que pudiese seguir con su investigación en su propia mansión. Era un misterio que podría llegar a ser de su interés quizás, o quizás no. No lo sabría hasta que no terminase de recorrer el resto de las instalaciones.

Al regresar a la cocina, descubrió que su invitada no se encontraba allí. suspiró frotándose los ojos levantando levemente sus lentes al pensar que no le podían salir las cosas mejores en esa noche.

-Perfecto, ahora debo buscarla a ella- se dijo a sí mismo saliendo de la cocina pensando en el resto de su casa para comenzar la búsqueda de la rubia. Era enorme y si se había asustado por los truenos y salido corriendo, podría estar en cualquiera de las alas de la casa, trabajo bastante sencillo para hacerlo cuando había otro invitado en casa.

Se le ocurrió volver a su laboratorio. Quizás pensó que podría estar él ahí así que sería un lugar lógico para comenzar a buscar si se había sentido sola ¿no? Se dirigió de nuevo por los largos pasillos mientras seguía hilvanando sus ideas mentalmente hasta que escuchó unas palabras que le llamaron la atención. ¿Era un conjuro? Acercándose con sigilo vio a la muchacha iluminando la habitación y preguntando por él.

-Estoy aquí- respondió desde el umbral de la puerta sintiendo un gruñido desde la parte baja de la casa –eso no sonó bien- comentó acomodándose los lentes de nuevo y ésta vez más seguro del sitio por donde debería comenzar a buscar –Sakura, quiero que te quedes en mi habitación. Yo iré a ver qué sucede- le ordenó nuevamente con ánimos de guiarla hasta su cuarto y dirigirse sabiendo que ella estaría segura hasta el sitio de donde provenía todo el ruido.

La noche entrada y con tormenta definitivamente era un escenario demasiado perfecto para lo que estaba sucediendo. No había podido armarlo mejor si lo hubiese planeado. No obstante, como todo esto había sido tan casual no le quedaba de otra que dejar sus investigaciones por ésa noche para poder seguir con la búsqueda de su intruso aunque primero, debía encontrar a la rubia, cosa que no tardó en hacer al llegar a su laboratorio. Tal y como pensaba, allí había ido a buscarlo la muchacha.

-Quizás no estés tan errada- comentó el científico guiándola fuera del lugar para que no siguiesen inhalando el resto de los gases que aun, quedaban en el aire. Una vez fuera, se preocupó un poco más por aquellos sonidos que volvían a repetirse produciéndole ganas de encontrar rápidamente al que sea que se hubiese llegado a colar en su mansión, algo inconcebible para alguien como él, ni si quiera por ser noche tormentosa.

Cerró los ojos levemente pensando si asustaría a la muchacha o no su siguiente comentario que sería la respuesta a su pregunta. Tras unos segundos de cavilaciones decidió que lo mejor era que lo supiese así podría estar al tanto de la situación y defenderse llegado el caso.

-Creo que hay un intruso dentro de la casa. Puede no ser nada pero puede que sí- le dijo a la joven –mi habitación está cerca de la cocina. Si entra al interior de la casa, tardará en llegar ahí- le comentó comenzando a caminar hacia el pasillo de nuevo para que fuesen a su cuarto y al dejarla allí, volver a su búsqueda.

Bueno, bueno, bueno. Ya le había contado a la rubia la razón de sus preocupaciones nuevas y ahora, se sentía más preocupado todavía al contar que la muchacha quería acompañarlo. No era bueno, no era nada bueno. Se manejaba mejor solo y solo se quedaría así que en cuanto la muchacha estuviese segura, se marcharía a averiguar qué sucedía.

Entró a su habitación y vio lo desordenada que estaba. Apenas paraba a dormir allí por lo que se encontraba en un completo desastre considerando que pasaba más tiempo en su laboratorio que en su propia habitación. Habilitó las lámparas que estaban sobre la cabecera de la cama y habiendo dejado más o menos algo de orden en aquel desastre épico que regía en su recinto, volviendo a mirar a la muchacha.

-No, está bien. Iré solo. Es más fácil para mí hacerlo de ésa manera- confirmó el hombre acomodándose los lentes sobre el tabique de la nariz mientras depositaba su mano libre en el bolsillo de la bata blanca que llevaba encima. Sin embargo, su oído le decía que cualquiera que fuese el intruso, no estaría lejos de allí, pero el ruido de la tormenta no ayudaba mucho a conseguir el lugar directo de donde provenía aquel barullo que se mimetizaba con la lluvia.

Dio por sentado que a partir de ése momento todo marcharía viento en popa y dirigiéndose a la puerta, tomó la perilla y la giro para salir de la habitación hasta que sintió el grito de la rubia y segundos más tarde, la misma cosa que había tomado la pierna de la muchacha estaba rozando su pantalón habiendo reaccionado a tiempo como para patear aquella cosa que parecía una mano… ¿una mano? ¡Su experimento! ¿Podría haber funcionado a pesar de todo? Debería volver a su laboratorio a confirmarlo de una vez por todas, pero primero, debería salir de allí con la muchacha para cerciorarse de sus suposiciones.

Pensó en actuar rápido antes de que la rubia fuese jalada hacia el suelo por culpa de aquellos seres. Deberían salir de la habitación y darle unos minutos antes de poder controlar la situación. Sin embargo, pensó rápidamente en que podría hacer algo tomando uno de los retazos de la madera que había quedado en el suelo y acercando una vela a su mano sin importarle que algo de cera caliente haya caído sobre su piel al tomarla, hizo un dibujo sobre aquel objeto con una cruz invertida murmurando algunas palabras poco inteligibles para cualquiera que desconociese la práctica del científico, murmurando así unos momentos antes de arrojarla al suelo con la vela puesta sobre ella logrando que aquellos seres se detuviesen por unos instantes de su actuar, tomando el tiempo necesario para tomar la muñeca a la rubia y sacarla de la habitación. No sin antes haber tomado las llaves y trancado la puerta para que, por lo menos, les costara un largo rato salir de allí dentro, dándole un poco más de tiempo para ver qué hacer en ésta situación.

-¿Te encuentras bien?- preguntó notando que todavía agarraba la muñeca de la joven, soltándola para darle un poco más de libertad antes de que siguieran hacia el laboratorio nuevamente.

Si había un momento para que las cosas saliesen mal, había elegido el día perfecto. Con lluvia, probablemente, con los caminos llenos de agua, los truenos que hacían que se preocupase por su acompañante y ahora, una invasión de zombies que lo dejaba sin palabras con respecto a la situación que les tocaba lidiar ahora ¿Podría mejorar? Oh, sí que podría. Ahora, debía hallar una explicación lógica para todo lo sucedido ¿era posible que todo pasase en un solo día? Así parecía y por lo que veía, apenas estaba por comenzar.

-Sí, estoy bien- respondió un tanto frío, aunque con su tono de voz, era bastante común escucharlo hablar así. No era demasiado dado a tratar con los demás y las habilidades sociales de las que los demás solían estar orgullosos y exhibirlas en cada encuentro con un amigo o conocido, eran nulas para el científico que desde que había llegado ahí, se había visto recluido a sus investigaciones nada más.

No obstante, ahora les tocaba preocuparse por aquellos muertos que habían regresado a la vida gracias a un error suyo.

-Ven, vamos- dijo comenzando a caminar dirigiéndose al laboratorio nuevamente. Ahí tenia todo lo que le hacia falta, aunque muchos de sus libros… habían quedado en su habitación. Ya los daba por perdido a ésta altura –el hechizo que usé sólo debe tenerlos máximo unos diez minutos. Para ejercer control absoluto sobre ellos me debería haber detenido a hacerlo durante un poco más de tiempo- ésa era una de las fallas que el encontraba a la nigromancia. Era sumamente interesante y eficaz para traer de nuevo a la vida a las personas o seres que ya habían fallecido, pero le llevaba tanto tiempo preparar dicho conjuro que buscaba siempre la forma de acortar el tiempo lo más que se pudiese.

Siguió caminando delante de Sakura para ir guiándola hacia donde se quedarían a trabajar unos momentos. Necesitaba recoger unas cosas antes que nada, sin embargo, su laboratorio no era precisamente una oda a la organización, más después del pequeño incidente que había ocurrido antes de la llegada de su visita, menos.

Abrió la puerta de dicho lugar y encendió una vela antes de seguir con su camino. El gas que había quedado de las reacciones anteriores ya se había disipado casi por completo dejando la atmosfera algo pesada pero nada que no se pudiera resolver ni que fuera nocivo como anteriormente.

-El experimento que probaba no llegué a completarlo- comentó él explicando la razón por la que los zombies lo había atacado –di mal con algún químico y acabó saliéndose de mis manos- finalizó acomodándose los lentes antes de tomar uno de sus libros y juntar algunas cosas más –probablemente haya sido el humo- se dijo en un susurro pensando en cómo había podido afectar a tantos con sólo una pequeña falla en sus cálculos. Le sonaba más lógico que aquel gas se hubiese metido por los huecos de la madera y acabase llegando mucho más lejos logrando más alcance. Eso le agradaba y en parte, no tanto. Por ahora, pensaba en cómo podría encontrar la forma de manipularlos si ganaba tiempo, debían irse lo más lejos posible.

Volteó dejando las cosas sobre la mesa y sacó algunos instrumentos de los estantes que pudo dejar fácilmente en su bolsillo. Buscando un libro nuevo y tomando todo consigo, le dio la vela encendida a la muchacha.

-Tú lleva esto. Iremos hasta el ala este. La mansión es grande y hay un segundo piso, si llegan y hasta que nos encuentren, demoraran bastante- dijo sacándola de nuevo a la joven de ése sitio y llevándola una vez más guiada por su rápido andar por otros pasillos que lo conducirían a su refugio temporal.

Saliendo del recinto que albergaba la mayoría de los experimentos tras recibir la ayuda de la visita imprevista de esa noche, el resto del camino fue más fácil pero no menos agobiante por la situación que los perseguía. Los zombies los atacaban y debían encontrar la forma de detenerlos antes de que ellos los detuvieran a los dos.

Lloyd suspiró mientras seguían con su camino faltándole un poco menos de unos metros para llegar a la escalera que los conduciría a la planta alta. Llegando a aquel sitio que parecía, libre de cualquier distracción de ultratumba, Lloyd se aseguro de revisar los pasillos y la habitación en la que se iban a refugiar antes de dejar pasar a Sakura, dejándola unos segundos fuera del pasillo.

-Yo conté unos diez en mi habitación- comentó luego de la pregunta que ella hizo –pero debe haber más, seguramente… aunque, es extraño... son muchos- comentó él depositando las cosas sobre un escritorio vacío mientras llevaba su mano al mentón y quedaba con una actitud pensativa tras la nueva duda que había salido de su mente tras lo que estaba ocurriendo en su vivienda. Un ataque de zombies no se veía todos los días y según el panorama, parecía que lo hubiesen planeado a todo aquello. La tormenta, la oscuridad, los muertos que volvían a ponerse de pie a reclamar por una nueva vida… parecía obra del destino haberlos juntado esa misma noche ¿no?

-Me llevará un tiempo conseguirlo. Pero si hago bien esto, podremos controlar a los zombies para que se vayan de la casa y vuelvan a su sueño eterno- comentó el científico comenzando a depositar las cosas sobre la mesa –asegura la puerta, por favor- le pidió a Sakura recordando que no le había puesto el cerrojo, y aunque, no era factible que se tomasen la molestia de abrir la puerta al llegar allí no estaba demás de tomar algunas precauciones…

Lo que más importaba era apresurarse. En estos momentos no había tiempo para equivocarse ni para absolutamente otra cosa que pensar en cómo salir ilesos de toda la situación que se les venía encima así que era mejor saber aprovechar cada segundo para saber que contarían con otros cuantos más.

Salvaguardados en aquella habitación, Lloyd se disponía a empezar con aquel hechizo que les permitiría una salida rápida de todo eso. acomodando las cosas en la mesa observaba por donde empezar a hacer todo, encendiendo una vela más para tener algo más de luz considerando la falta de vista que tenia el hombre cuando sintió arrastrarse los muebles viendo a la rubia cambiarlos de lugar con facilidad.

-Son simplemente muebles- comentó él restándole toda importancia a si se dañaban o no. Entre que casi no pasaba tiempo allí y que el mobiliario era el que estaba originalmente con la casa, llegaba a importarle menos que menos al científico lo que pudiese pasarle en un momento crítico como el que estaban pasando así que apenas vio que ella seguía con lo suyo para detener unos momentos más a los zombies el volvía a preparar su hechizo para ir ganando esos valiosos segundos que serian decisivos dentro de unos momentos.

-El hechizo originalmente lleva una hora de preparación. Pero he logrado mejorarlo y puedo hacerlo en unos veinte minutos cuanto mucho. Sólo necesito apresurarme en preparar todo esto- dijo vertiendo un poco de la cera de la vela sobre el preparado que había allí comenzando a pronunciar en voz medianamente audible algunas palabras haciendo un breve silencio viendo que una especie de vapor comenzaba a emanar de aquel compuesto demostrando que le había salido todo bien. Ahora, sólo le quedaba acabar de recitar el hechizo y después, conseguir lo más difícil de todos cuando los zombies estuvieran frente a ellos una vez más.